MIS VACACIONES Y EL VIRUS DEL ÉBOLA. En la foto de Reuters, Teresa Romero en el hospital





(Por Mencía  López-Henares)

El pasado mes de agosto fuimos unos días de vacaciones a Sanxenxo, en  Galicia, donde habíamos alquilado una casa, mi marido y yo, con nuestros dos niños de  7 y 9 años e invitamos a mi madre que trabaja de enfermera en el  hospital Carlos III.  Hasta entonces yo apenas había oído hablar  del virus del Ébola.   Nos instalamos y pasados unos días mi madre, que previamente nos había mandado una extraña foto vestida de astronauta, nos llamó por teléfono: no sabía si al final podría venir,  estaba en el turno de cuidados del religioso Miguel Pajares.  Finalmente mandó un escueto mensaje:  llegaré  mañana.

El 10 de agosto  apareció en un coche alquilado, vestida informalmente en vaqueros y camiseta. Enseguida dio  a los nietos sus regalos consistentes en dos cubos de plástico con sus respectivas palas, cubiertos  con una red.
-Tu madre podía haberse estirado un poco más con los regalitos-me dijo mi marido al oído.
-No seas borde, bastante cansada está con el trabajo que hace contesté. Y eso que ya no es una jovencita.
Mientras tanto mi madre  besaba a mis hijos efusivamente. Hacía tiempo que no la veía tan contenta.
Enseguida nos pidió un termómetro,  debía tomarse la temperatura  dos veces al día, según las instrucciones recibidas. Fuera de eso, vida normal. En la casa no había ningún termómetro y tuvimos que ir  a una farmacia de guardia. Por el camino nos  contó que  el padre Miguel se encontraba bastante  mejor si bien su estado era delicado pues al virus del Ébola se unían sus problemas previos de salud. Al  principio, tenía mucho miedo de cuidar a alguien con esa enfermedad pero poco a poco se le fue pasando. Lo peor era ponerse  y quitarse el traje hermético, en teoría se podía estar hasta dos horas dentro pero lo cierto es que nadie soportaba más de una hora. Se pasaba un calor horrible y empezabas a deshidratarte.
-Necesitarás distraerte después de todo el stress, le dije,
A la mañana siguiente mamá dio muestras de una actividad frenética, se había convertido en una entusiasta de la naturaleza y recorrimos las playas de Montalvo, Areas,  y Lanzadera. Se bañaba en el mar varias veces, atravesando las olas con fiereza y después se tumbaba  sobre una toalla de rayas amarillas,  el baño me ha sentado muy bien, nos decía  como si  las aguas de la costa gallega tuvieran la capacidad purificadora del río Jordán.
Mamá, cuando no estaba en la playa, parecía una quinceañera todo el día pegada al WhatsApp para saber noticias del padre Pajares. Su muerte le entristeció mucho.
En el tiempo que  estuvo con nosotros su temperatura no subió pero  me llamaron algunas amigas que empezaron a alarmarme, No entendían como podía estar así tan tranquila,  estaba loca y encima con los niños.  Otra gente empezó a comentar que éramos unos inconscientes Yo les contestaba que si le habían dejado venir con nosotros por algo sería, que no me daba ningún miedo, que todo estaba bajo control, en esos días tenía una confianza ilimitada en las autoridades sanitarias. Aún no sabía que en Estados Unidos quienes habían tenido contacto con enfermos del Ébola iban a  permanecer monitorizados en sus casas,
El 22 de Agosto mi madre retomó su trabajo: Aquí sigo ahora con sor Juliana, releo en el chat familiar, sigue encerrada la pobre.  De cuando en cuando hasta mandaba algún chiste enlatado. Después sus comentarios fueron haciéndose más desencantados y ácidos y alcanzaron su punto álgido el día que se comunicó el contagio de Teresa Romero:
-Creemos que fue en la noche de la recogida del cadáver que es cuando más contagia el virus. Con el estado de alerta bajo mínimos. Todas las compañeras nos hemos ofrecido voluntarias para cuidar a Teresa-, nos escribió.
-¿No será un error?, le pregunta otro miembro de la familia.
-Está confirmado.
-Las compañeras me dicen que Teresa tiene mucho miedo.
-Le están poniendo el plasma de la negrita que se infectó.
-Ahora empiezan las neurosis, el pánico hace estragos.
-Nos hemos jugado la vida. Ellos trajeron a los sacerdotes irresponsablemente. El control es inexistente.
-Por unos putos 1000 euros.
Los trajes eran una mierda, no tenían nada que ver con unos alemanes que les habían llegado.
Y pensar que Teresa llevaba 15 años trabajando sin un contrato fijo y con enfermos de sida e infecciosos . Ella siempre se había ofrecido para cuidarlos.
Cuenta que una de sus compañeras se enfrentó con la dirección del hospital en una reunión a la que no asistieron periodistas. Se trata de que nadie hable, secreto profesional, recuerdan, pero las redes sociales están llenas de comentarios. Es inevitable.
No puede imaginarse el miedo cuando  invade todo, lo que respiras, la gente, los lugares donde trabajas. Sabes que un error te puede costar la vida y eso te paraliza.
Teresa fue muy valiente, siempre. Ojalá salga de esta

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Comentarios

  1. Muy interesante la información sobre la personalidad y la historia de Teresa. Veo que es una mujer muy valiente y generosa. De esto TVE no nos ha dicho nada. Sólo nos ha hablado de sus supuestos errores. Tampoco nos han hablado de su inseguridad laboral desde hace 15 años.

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  2. Afortunadamente ya Teresa ha superado la enfermedad. La deseo toda la suerte en su vida, que a partir de ahora va a cambiar después de haber estado en el punto de mira de los medios.

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