Desde el palco:Verguenza nacional


Al margen de la polémica sobre la supresión o no de las corridas de toros, en España, todos los años, ante la pasividad o la complacencia de las administraciones locales, se siguen celebrando brutales fiestas   en las que los mozos persiguen y torturan hasta la muerte a un toro enbolado, con fuego en los cuernos y otras cosas de ese jaez. A pesar de las voces en contra de esa costumbre bárbara, esas fiestas  se siguen permitiendo. En Cataluña, donde las corridas de toros acaban de prohibirse, tenemos los: Bous embolats, Sant Pedor, Miami P Latja que conviven en estruendo y bullizo carnavalesco con el toro de la Vega, Medinaceli y Coria.  En mi opinión, incluso los amantes de los toros, es decir precisamente los buenos aficionados y los toreros que han hecho de su trabajo un arte, con el que se podrá o no estar de acuerdo pero nunca menospreciar deberían, ellos más que nadie, oponerse a esas fiestas  que muestran la cara más estúpida y terrible de las corridas de toros y se convierten en un acto vandálico e innecesariamente cruel, torillos y vaquillas que mueren en fiestas denigrantes a manos de gamberros desatados. Donde no hay arte ni reglamentación, solo alcohol, brutalidad y estupidez a partes iguales, un pasatiempo ejercido por ineptos aficionados en el que ni siquiera se observa otro reglamento más que dar rienda suelta la bestialidad de los lugareños. Si por ejemplo, se celebraran en estos pueblos, fiestas que emularan a los combates de boxeo,  en las que los mozos y mozas se dedicaran a repartir mandobles a diestro y siniestro por las calles del lugar, puede imaginarse que la federaciónes de boxeo y  los buenos aficionados a ese deporte estarían en contra, especialmente por denigrar y pervertir su profesión. En cambio aquí todos los años tenemos que soportar  esta lacra nacional, que más espanta turistas que otra cosa,  sin que ningún concejal proponga prohibirlas para el siguiente año.

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