Antonio Drove y Douglas Sirk






                 Antonio Drove: La nostalgia del  artista  maldito



Leo en el suplemento cultural del Mundo que la editorial  Athenaica ha reeditado el libro de culto; "Tiempo de vivir, tiempo de revivir: Conversaciones con Douglas Sirk". Un libro escrito por Antonio Drove, sobre la larga entrevista que le hizo a Sirk para la televisión española, en 1982.
Es posible que, hoy en día, solo un selecto público cinéfilo haya visto las películas  de Douglas Sirk, uno de los incuestionables maestros del melodrama, pero, de lo que no cabe la menor duda, es de que muy poca gente conoce la obra de  Antonio Drove, director de una magnífica película, "la verdad del caso Savolta", sobre la novela homónima de Eduardo Mendoza. 
Drove, que estudió en la la famosa Escuela Oficial de Cine, de donde salieron los mejores cineastas de la España franquista,  fue primero mi profesor en el TAI, (Taller de Artes Imaginarias)  en los tiempos heroicos de esta escuela en la Travesía de San Mateo, y después mi amigo. Mientras Madrid vivía la efervescencia de La Movida, Antonio Drove se volcaba en comunicar a sus alumnos su entusiasmo por clásicos  como John Ford o Nicolas Ray. 
Cuando lo conocí, ya se había divorciado de su mujer y vivía solo. Después de clase, con María Antonia García de León y algún otro discípulo, frecuentábamos el pub Dikens hasta altas horas de la madrugada. Allí Drove nos hablaba de cine, una pasión absorbente a la que dedicó su vida. Pero al final, esa energía abrasadora que comunicaba a su existencia acabó por consumirlo a él también. A los éxitos de varias de sus películas siguieron algunos fracasos y a la estabilidad de su trabajo fijo de realizador de televisión, problemas económicos. Detrás de la leyenda de uno de los directores más prometedores y brillantes de su generación, que sugerían sus dos primeros cortometrajes:  "Caza de brujas" y " Qué se puede hacer con una chica", después de los logros que afianzaron su talento y su fama de genio incomprendido, emergía su otra cara, la de un director maldito al que los excesos en el tabaco y el alcohol acabaron pasando factura.  Tal vez por ello  las reseñas que se publicaron con motivo de su muerte, en París, igual que Cesar Vallejo: Me moriré en París con aguacero/un día del que ya tengo recuerdocoinciden en señalar que sus obras no estuvieron a la altura de las expectativas que su figura había despertado.



Floreal Peleato: "Antonio Drove es el único caso que conozco de un hombre destruido por su inteligencia"



Sabio, atormentado y apasionado, según la profesora Susana Lozano, que presentó la reedición de su  libro sobre Douglas Sirk. "Vivía-dice el guionista y director Floreal Peleato-abismado por una mente siempre encendida al punto de agotarle. Es el único caso que conozco de un hombre destruido por su propia inteligencia. Nunca dejaba de pensar y no pocas veces me llamó para decirme que había pasado la noche en vela sentado en el sillón del salón. No sé si llegó a saborear la paz que perseguía afanosamente, precisamente  porque le era imposible parar el motor que dentro de él rugía a pleno régimen". Por su parte, el director de cine Manuel Gutiérrez Aragón se pregunta: ¿Fue Drove un director frustrado? No lo creo. Depende de qué pensemos que sea el éxito, si es algo  multitudinario o la permanencia en la memoria de algunos, muchos o pocos pero para siempre.
Por la época en que lo frecuenté, ya había dirigido películas de éxito comercial como "Tocata y fuga de Lolita", protagonizada por la miss Amparo Muñoz, otras alabadas por la crítica como, "La verdad del caso Savolta" y una serie sobre Velázquez, que se emitió por televisión...Luego rodaría "El Túnel", basada en la obra de Sábato.  De aquellos tiempos recuerdo: la brillantez con que conseguía trasmitir sus conocimientos -casi todo lo que sé de cine lo aprendí de él-; la generosidad con la que compartía su tiempo y el mundo que latía en su interior en cafés, bares de copas o en su casa en la calle de Blasco de Garay; el reconocimiento de tanta gente, pero también:  su narcisismo y su progresivo alejamiento de la realidad cotidiana; sus dificultades económicas que le impidieron realizar  algunos de sus proyectos, por aquella época fundó su productora Luzbel; sus crisis de salud -todavía me acuerdo de cuando Mª Antonia Gª de León y yo fuimos a buscarlo a la clínica psiquiátrica San Miguel, en Arturo Soria y la furia de la monja, encargada de la planta, cuando volvimos con él por la noche, tras haber interrumpido su rehabilitación psicosocial- o el doloroso alejamiento de sus hijos.
Busco en Internet y veo que Nora es una reputada doctora, especialista en oncología  y David un ejecutivo en una importante empresa. 
Ahora, tanto tiempo después, vuelvo a ver a Antonio Drove impulsado por la incandescencia vital que le caracterizaba, ese fulgor que le convertía en una persona especial y nunca le abandonó, ni siquiera en sus momentos de fracaso o cuando sus demonios interiores le corroían el alma. 
Cuando me enteré que había muerto, a sus 63 años, en París, donde vivía con su última compañera Ingeborg Aceval, que le cuido hasta el final, hacía tiempo que había dejado de verle.  Está enterrado en el cementerio Pere Lachaise. Como decía Horacio, en una de sus odas: "No morirá del todo".



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