La experiencia de " Sueño y silencio"
"Sueño y silencio: última película de Jaime Rosales
Para ver la última película de Jaime Rosales, tal como ocurre a menudo con los filmes de este director, hay que olvidarse de todos los códigos narrativos a los que el cine nos tiene acostumbrados desde los tiempos de Griffith y disponerse a vivir una una nueva experiencia. Sin ninguna concesión al público medio, de espaldas al mercado, el espectador solo ha de identificarse con la arriesgada propuesta del director y disfrutar o salir del cine, eso ya es cuestión de gustos. Yo disfruté de algunos momentos de la película como en esas obras de arte en las que la emoción de algunos trozos compensa la lentitud de otros. Rosales presenta la muerte de la hija de una pareja que vive en París, en el curso de sus vacaciones en el Delta del Ebro, con la la elipsis y la falta de retórica a las que este director nos tiene acostumbrados lo que, paradójicamente, contribuye a que en determinados momentos de la acción lo dramático alcance cotas de autenticidad muy altas. Sin actores profesionales, con una magnífica y al tiempo, aparentemente modesta, fotografía en blanco y negro que hace de "Sueño y silencio" un ejercicio estético insuperable, los personajes, sacados de una clase media de la España de hoy, en la que los protagonistas pueden hablar catalán o con acento andaluz, representan un neorralismo muy distinto de aquel al que algunos directores actuales nos han acostumbrado con tipos y diálogos que parecen sacados de un Reality show televisivo y que buscan la complicidad del espectador medio.
Es la "Tranche de vie", una expresión acuñada en 1887 en pleno auge del naturalismo y adoptada por otros movimientos como el Nouveau Roman. Mediante esa técnica se trata de presentar un pedazo de vida en el que cabe el infinito. Jaime Rosales, a lo largo de sus obras, ha conseguido crear una poética especial, un nuevo tipo de neorralismo estilizado que retrata a una clase común, tan alejada de la pobreza como del exceso de dinero. Lo cierto es que este director, tal vez debido a la autenticidad que emanan algunas escenas de su cine, se ha convertido en virtuoso de ese tipo especial de naturalismo, que huye del reportaje y del pintoresquismo tanto como de la narración tradicional.
Pero para penetrar en su mundo hay que sufrir una suerte de experiencia personal que no todos los espectadores estarán dispuestos a afrontar. Si bien, yo les recomiendo intentarlo.
http://www.elmundo.es/elmundo/encuentros/invitados/2012/06/06/jaime-rosales/index.html
Para ver la última película de Jaime Rosales, tal como ocurre a menudo con los filmes de este director, hay que olvidarse de todos los códigos narrativos a los que el cine nos tiene acostumbrados desde los tiempos de Griffith y disponerse a vivir una una nueva experiencia. Sin ninguna concesión al público medio, de espaldas al mercado, el espectador solo ha de identificarse con la arriesgada propuesta del director y disfrutar o salir del cine, eso ya es cuestión de gustos. Yo disfruté de algunos momentos de la película como en esas obras de arte en las que la emoción de algunos trozos compensa la lentitud de otros. Rosales presenta la muerte de la hija de una pareja que vive en París, en el curso de sus vacaciones en el Delta del Ebro, con la la elipsis y la falta de retórica a las que este director nos tiene acostumbrados lo que, paradójicamente, contribuye a que en determinados momentos de la acción lo dramático alcance cotas de autenticidad muy altas. Sin actores profesionales, con una magnífica y al tiempo, aparentemente modesta, fotografía en blanco y negro que hace de "Sueño y silencio" un ejercicio estético insuperable, los personajes, sacados de una clase media de la España de hoy, en la que los protagonistas pueden hablar catalán o con acento andaluz, representan un neorralismo muy distinto de aquel al que algunos directores actuales nos han acostumbrado con tipos y diálogos que parecen sacados de un Reality show televisivo y que buscan la complicidad del espectador medio.
Es la "Tranche de vie", una expresión acuñada en 1887 en pleno auge del naturalismo y adoptada por otros movimientos como el Nouveau Roman. Mediante esa técnica se trata de presentar un pedazo de vida en el que cabe el infinito. Jaime Rosales, a lo largo de sus obras, ha conseguido crear una poética especial, un nuevo tipo de neorralismo estilizado que retrata a una clase común, tan alejada de la pobreza como del exceso de dinero. Lo cierto es que este director, tal vez debido a la autenticidad que emanan algunas escenas de su cine, se ha convertido en virtuoso de ese tipo especial de naturalismo, que huye del reportaje y del pintoresquismo tanto como de la narración tradicional.
Pero para penetrar en su mundo hay que sufrir una suerte de experiencia personal que no todos los espectadores estarán dispuestos a afrontar. Si bien, yo les recomiendo intentarlo.
http://www.elmundo.es/elmundo/encuentros/invitados/2012/06/06/jaime-rosales/index.html
Comentarios
Publicar un comentario