QUÉ HACER CUANDO LOS POLÍTICOS NO DECIDEN (POR SANTIAGO ÁLVAREZ DE TOLEDO)
La historia puede enseñarnos qué hacer cuando las ambiciones de los políticos han impedido llevar a buen término la elección de un máximo dirigente.
Por Santiago Álvarez de Toledo, Abogado y Doctor Informático en Inteligencia Artificial. Ver más.
Las ambiciones de unos y otros grupos liderados por diferentes pretendientes al puesto tienen unos rasgos muy comunes. El más frecuente siempre ha sido el anteponer los intereses propios a los del país o la comunidad. Y en estos casos, tanto sus defectos como la forma de solucionar esos problemas suelen ser comunes.
Desde el siglo XIII una de las elecciones políticas más complicadas, en un entorno diplomático enormemente sofisticado y a veces tumultuosas en la calle, fueron las de los Papas, ocurriendo a veces que se eligieran a varios pretendientes, los llamados antipapas. Se daban también situaciones prolongadas de bloqueo y de influencias foráneas de los poderes civiles en la elección. Poco a poco la experiencia fue dictando normas para la efectividad de la reelección del nuevo Papa. En Perusa y en Roma se acabó recluyendo por la fuerza a los cardenales electores. Tras la muerte del Papa Clemente IV se les recluyó en el Palacio Episcopal y tras tres años con la Sede Vacante, sin que se llegase a ningún acuerdo, se decidió no suministrar alimento alguno, salvo pan y agua, a los electores, quienes entonces se apresuraron a elegir a Gregorio X. Desde este mismo Papa y quizás por su propia experiencia se establecieron normas concretas. Los cardenales debían estar totalmente recluidos. No se les permitían habitaciones individuales ni más de un sirviente, a no ser que estuvieran enfermos. La comida se les suministraba por un ventanuco y, a partir del tercer día, una sola comida al día. A los cinco días el régimen se reducía a pan y agua. Finalmente, mientras durase el cónclave, los cardenales dejaban de percibir sus rentas eclesiásticas. Después esta normativa fue abolida y como consecuencia de ello, 18 años después, la elección de CelestinoV duró dos años completos. Ese mismo Papa, al comenzar su mandato y sin dudarlo, reintrodujo toda aquella normativa tan útil en décadas anteriores. La experiencia es la madre de la ciencia.
APLIQUEMOS LA LECCIÓN
Y desde mañana queda el Rey. No digo yo que deba aplicar una normativa igual a la de la elección papal, lo que podría provocar un eczema constitucional. Pero téngase en cuenta que su padre D. Juan Carlos, rigiendo la misma Constitución, estuvo involucrado en una situación mucho más grave, que sin embargo se resolvió satisfactoriamente, en gran parte por su colaboración. A grandes males grandes remedios.
QUÉ ES "NO GOBERNAR PERO REINAR"
Según el artículo 56 de la Constitución el Rey debe "arbitrar y moderar el funcionamiento normal de las instituciones". Si el contenido de esta frase se deja en una mera declaración, puramente simbólica y sin ninguna transcendencia operativa, como parece haber sugerido con escasa cultura jurídica y terminología peyorativa el ministro Garcia-Margallo, creo que es mejor que votemos por la República, cuyo Presidente puede ser más operativo (véase el caso hace unos años del Presidente de República Italiana). Por el contrario, hay que darle una función operativa a la Corona, precisamente cuando como hoy no existe "un funcionamiento normal de las instituciones". Conociendo las debilidades humanas, las probabilidades de encontrarnos en situaciones de conflicto nacional como la actual, en la que las fuerzas contendientes no son capaces de resolver la situación por sí solas, hacen necesario que otra institución superior -moralmente no gubernamentalmente- ayude, defienda la prioridad de los intereses nacionales frente a los de los partidos, sugiera posibles salidas, defienda una filosofía de concesiones mutuas y aconseje. Son los partidos votados por los españoles quienes han de decidir, pero puede ser la Corona quien les ayude a decidir. Para ello probablemente hace falta imaginación, sin dudarlo valentía y que la Corona les haga ver a todos esos partidos y quizás expresarlo públicamente, que serán -en mayor o menor proporción, pero todos ellos- considerados culpables en la mente de la mayoría del pueblo español de una deriva muy problemática hacia una terceras elecciones.
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