De la irrupción de Vox al Imperativo Categórico de Ángela Merkel
Cuando era pequeña a mi madre se le ocurrió la idea de que viniera a vivir con nosotros durante el curso escolar, una chica alemana, para que, mi hermano y yo, aprendiéramos el idioma de Goethe. Nuestra fraulein no era alta, aunque sí delgada; llevaba el pelo oscuro muy corto y parecía mayor. Además era coja, tal vez de resultas de una parálisis infantil y tenía la cara triste y plagada de granos. Recuerdo que me avergonzaba cuando iba a buscarme, a la salida del colegio con su muleta, arrastrando la pierna rígida y las niñas de mi clase me preguntaban si era mi madre. Por entonces, con la crueldad de los pre adolescentes, magnificaba esos aspectos de su físico que oscurecían sus otras virtudes: su sensibilidad, su entusiasmo por el aprendizaje del español en una academia de la calle de Arenal y su afición a los conciertos matutinos, gratuitos, en la Plaza de la Música del parque del Retiro.
Huelga decir que no aprendí ni una palabra de alemán de resultas de los meses de convivencia con nuestra au pair
Últimamente, no sé por qué, cuando veo en la televisión y en los periódicos a la canciller Merkel, regidora del destino de Alemania y de Europa desde el 20015, que ha anunciado su renuncia a seguir presidiendo su partido con la elegancia que siempre la ha caracterizado, me acuerdo de mi institutriz. También ella era disciplinada, austera, estudiosa y carecía de vanidad.
Trabajó de camarera en una discoteca y vivió de okupa en Berlín durante parte de su juventud
Porque Ángela Merkel es una mujer cuyas decisiones ( entre ellas, :abrir la frontera alemana a los refugiados, lo que ha acabado provocando su caída) se pueden no compartir, pero a la que es difícil no respetar.
Tal vez porque da la sensación de regirse por un interno sentido del deber kantiano para afrontar su quehacer diario, con el fervor y la dedicación exigible a la hija de un teólogo y pastor protestante. Así, frente al histrionismo de tantos políticos, surgidos de programas televisivos, cual estrellas broncas y fugaces del firmamento de la popularidad; tras asistir al estruendo continuado de su verborrea y su agitación, encontrarse con la figura de Ángela Merkel, como si fuera un ama de casa sin demasiadas pretensiones, que ejerce de institutriz, de una Europa, al tiempo infantil y díscola, es reconfortante.
Al parecer, frau Merkel puede ser divertida y, en su juventud, además de doctorarse en física, trabajó de camarera de una discoteca y vivió de okupa en Berlín.
En una reciente decisión, suspender la venta de armas a Arabia Saudí, mientras no se resuelva el caso Khashoggi, Ángela Merkel continua en la línea que define la mayoría de sus actuaciones: la misma del imperativo categórico de Kant: una acción necesaria de obligado cumplimiento, algo muy propio de esta política, a la que se puede acusar de todo menos de oportunismo. Una mujer que no acaba de resultar antipática, ni siquiera cuando se equivoca, tal vez porque, en ella, se puede adivinar cierto idealismo, muy poco frecuente en los políticos actuales. Como si quisiera hacer suyos estos versos de García Lorca;
Yo creo que el ser de Granada me inclina a
la comprensión simpática de los perseguidos
Del gitano, del negro, del judío...del
morisco que todos llevamos dentro.
Tal vez porque da la sensación de regirse por un interno sentido del deber kantiano para afrontar su quehacer diario, con el fervor y la dedicación exigible a la hija de un teólogo y pastor protestante. Así, frente al histrionismo de tantos políticos, surgidos de programas televisivos, cual estrellas broncas y fugaces del firmamento de la popularidad; tras asistir al estruendo continuado de su verborrea y su agitación, encontrarse con la figura de Ángela Merkel, como si fuera un ama de casa sin demasiadas pretensiones, que ejerce de institutriz, de una Europa, al tiempo infantil y díscola, es reconfortante.
Al parecer, frau Merkel puede ser divertida y, en su juventud, además de doctorarse en física, trabajó de camarera de una discoteca y vivió de okupa en Berlín.
En una reciente decisión, suspender la venta de armas a Arabia Saudí, mientras no se resuelva el caso Khashoggi, Ángela Merkel continua en la línea que define la mayoría de sus actuaciones: la misma del imperativo categórico de Kant: una acción necesaria de obligado cumplimiento, algo muy propio de esta política, a la que se puede acusar de todo menos de oportunismo. Una mujer que no acaba de resultar antipática, ni siquiera cuando se equivoca, tal vez porque, en ella, se puede adivinar cierto idealismo, muy poco frecuente en los políticos actuales. Como si quisiera hacer suyos estos versos de García Lorca;
Yo creo que el ser de Granada me inclina a
la comprensión simpática de los perseguidos
Del gitano, del negro, del judío...del
morisco que todos llevamos dentro.
Santiago Abascal, lider de Vox, partido que ha hecho de la oposición a la inmigración ilegal, su seña de identidad, en uno de sus mítines |
Ahora, que la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas, ha demostrado que, en el fondo, todos somos bastante parecidos y, probablemente, los partidos españoles de ultra-derecha acabarán recolectando los mismos votos que en otros países europeos, vuelvo a acordarme de Ángela y de su imperativo categórico-otros lo llaman buenismo-, de los versos de García Lorca y de lo lejos que se estaba en el primer tercio del siglo pasado de imaginar una Andalucía en la que, como en el Ejido, la mitad de sus pobladores se sienten invadidos por el gitano, y el negro que todos llevamos dentro, por lo que han optado por votar, mayoritariamente, a Vox.
Lorca y el amor oscuro
Cavafis, los bárbaros y Angela Merkel
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