Vila-Mataseando
Por un colaborador "desde Rocroi"
Viene a decir el propio Enrique Vila-Matas en su deslumbrante página web www.enriquevilamatas.com entre otras muchas cosas interesantes, todas alrededor de la literatura, que habría al menos en todo escritor que quisiera considerarse a la altura de su oficio dos imperativos categóricos: buscar la Verdad, o su aproximación, aunque sea, o quizá deba ser, a través del procedimiento más mentiroso, y tratar de comunicar lo que no está todavía dicho. Como la era de Internet ha disminuido exponencialmente las probabilidades de sugerir algo nuevo sobre temas tan tratados como la obra de este extraordinario autor, y como llegado al punto de escribir, los imperativos categóricos, como el dinosaurio de Monterroso, siguen allí, la única forma de cumplir con ellos será explicar una experiencia personal e intransferible, la mía, pues nadie la conoce hasta ahora, salvo yo, y prometo contarla tal como la veo, es decir, como creo que ha sido la Verdad.
Fue en una librería de Cambrils, hace ya cinco años, que me hice con el "Bartleby y compañía", obra de la que había oído hablar y cuando en los anaqueles ya estaba el "Doctor Pasavento". La lectura de sus notas fragmentarias resultó una de las experiencias de lector más interesantes que he vivido, e implantó una curiosidad casi malsana que me hizo pendiente de todo lo que el escritor había publicado o de las noticias que sobre él filtraban los medios.
Poco a poco, muchos de sus escritos cayeron en mi poder, y su metaliteratura y su estilo único hicieron que lo subiera a mis altares particulares.
Yo mismo, como un recipiente vacío, empecé a llenar mis horas lectoras no solo de sus obras, sino también de las referencias literarias de que, inagotablemente, esas obras están trufadas. Como un hombre sin atributos ni voluntad propia leí a Rossi, a Pitol, a Gombrowicz, a Melville, e indagué sobre los autores del "No"; compré a Walser y a Thoreau, y cualquier recomendación que filtraba era anotada en mi mente.
A veces pensaba: Si alguna vez viene a mi casa, verá mis libros, en la estantería, y me aprobará.
Sencillamente, mi vida de lector, presente o futura, se había convertido en un pálido reflejo de la de V-M.
Como encima descubrí que Scott Fizgerald, mi ídolo literario por excelencia, era también santo de su devoción, quise entender que de alguna manera inopinada había un nexo de unión entre nosotros, consistente en que a mí me interesa todo lo que dice, de la misma manera que estoy convencido de que a él poco puede interesarle lo que yo diga.
Pues bien, para vengarme modestamente de su indiferencia le diré un par de verdades que posiblemente nadie le haya dicho, y así cumpliré sus imperativos categóricos, y lo haré a la manera de sus célebres notas del Bartleby.
1)A V-M, en realidad, lo que le gustaría es ser, o haber sido, un escritor del "No", pero eso ya no podrá ser, porque ha escrito demasiado y bien, y el misterio de desaparecer como un Pasavento cualquiera, ha dejado de estar a su alcance. Es demasiado famoso, y sus intentos de construir un personaje misterioso, que se pasea por cementerios de Dublín o Nueva York, en busca de tumbas de literatos, son pataletas patéticas de un "yo" que se sabe que nunca podrá alcanzar la meta de ser como una estrella fugaz muy brillante, que emergió a la gran literatura para después, cicatera o indiferente a ésta, preterirla, intencional o erróneamente. "
2) Y no puede ser un escritor del "No", porque todo lo demás-lo que no es literatura- le aburre soberanamente y no puede pasarse sin ella.
Como no está dispuesto a suicidarse ejemplarmente, no le queda más remedio que escribir-" la única forma interesante de estar en el mundo" V-M dixit- y entretenerse con sus jueguecitos de "ahora soy yo, ahora soy otro que se me parece bastante, ahora vuelvo a no ser yo" y todo eso de que Sophie Calle no se lo pidió.
3) Evidentemente, todo esto soy absolutamente incapaz de decírselo a la cara, porque soy algo tímido, y seguramente si lo tuviera al lado en una cena o una reunión, me quedaría como se quedó él mismo petrificado en la cena de acogida que Margerite Duras le dispensó cuando llegó a París.
Incapaz de articular palabra, pues soy algo mitómano. (Ya me ha pasado otras veces)
4) Gracias por existir, sea un escritor o un personaje de un escritor.
Nota: al acabar esta breve pero intensa explicación, acuso noticia de que todo esto, más o menos, ya se había dicho, y de que quizá no sea totalmente cierto.
En fin...
Viene a decir el propio Enrique Vila-Matas en su deslumbrante página web www.enriquevilamatas.com entre otras muchas cosas interesantes, todas alrededor de la literatura, que habría al menos en todo escritor que quisiera considerarse a la altura de su oficio dos imperativos categóricos: buscar la Verdad, o su aproximación, aunque sea, o quizá deba ser, a través del procedimiento más mentiroso, y tratar de comunicar lo que no está todavía dicho. Como la era de Internet ha disminuido exponencialmente las probabilidades de sugerir algo nuevo sobre temas tan tratados como la obra de este extraordinario autor, y como llegado al punto de escribir, los imperativos categóricos, como el dinosaurio de Monterroso, siguen allí, la única forma de cumplir con ellos será explicar una experiencia personal e intransferible, la mía, pues nadie la conoce hasta ahora, salvo yo, y prometo contarla tal como la veo, es decir, como creo que ha sido la Verdad.
Fue en una librería de Cambrils, hace ya cinco años, que me hice con el "Bartleby y compañía", obra de la que había oído hablar y cuando en los anaqueles ya estaba el "Doctor Pasavento". La lectura de sus notas fragmentarias resultó una de las experiencias de lector más interesantes que he vivido, e implantó una curiosidad casi malsana que me hizo pendiente de todo lo que el escritor había publicado o de las noticias que sobre él filtraban los medios.
Poco a poco, muchos de sus escritos cayeron en mi poder, y su metaliteratura y su estilo único hicieron que lo subiera a mis altares particulares.
Yo mismo, como un recipiente vacío, empecé a llenar mis horas lectoras no solo de sus obras, sino también de las referencias literarias de que, inagotablemente, esas obras están trufadas. Como un hombre sin atributos ni voluntad propia leí a Rossi, a Pitol, a Gombrowicz, a Melville, e indagué sobre los autores del "No"; compré a Walser y a Thoreau, y cualquier recomendación que filtraba era anotada en mi mente.
A veces pensaba: Si alguna vez viene a mi casa, verá mis libros, en la estantería, y me aprobará.
Sencillamente, mi vida de lector, presente o futura, se había convertido en un pálido reflejo de la de V-M.
Como encima descubrí que Scott Fizgerald, mi ídolo literario por excelencia, era también santo de su devoción, quise entender que de alguna manera inopinada había un nexo de unión entre nosotros, consistente en que a mí me interesa todo lo que dice, de la misma manera que estoy convencido de que a él poco puede interesarle lo que yo diga.
Pues bien, para vengarme modestamente de su indiferencia le diré un par de verdades que posiblemente nadie le haya dicho, y así cumpliré sus imperativos categóricos, y lo haré a la manera de sus célebres notas del Bartleby.
1)A V-M, en realidad, lo que le gustaría es ser, o haber sido, un escritor del "No", pero eso ya no podrá ser, porque ha escrito demasiado y bien, y el misterio de desaparecer como un Pasavento cualquiera, ha dejado de estar a su alcance. Es demasiado famoso, y sus intentos de construir un personaje misterioso, que se pasea por cementerios de Dublín o Nueva York, en busca de tumbas de literatos, son pataletas patéticas de un "yo" que se sabe que nunca podrá alcanzar la meta de ser como una estrella fugaz muy brillante, que emergió a la gran literatura para después, cicatera o indiferente a ésta, preterirla, intencional o erróneamente. "
2) Y no puede ser un escritor del "No", porque todo lo demás-lo que no es literatura- le aburre soberanamente y no puede pasarse sin ella.
Como no está dispuesto a suicidarse ejemplarmente, no le queda más remedio que escribir-" la única forma interesante de estar en el mundo" V-M dixit- y entretenerse con sus jueguecitos de "ahora soy yo, ahora soy otro que se me parece bastante, ahora vuelvo a no ser yo" y todo eso de que Sophie Calle no se lo pidió.
3) Evidentemente, todo esto soy absolutamente incapaz de decírselo a la cara, porque soy algo tímido, y seguramente si lo tuviera al lado en una cena o una reunión, me quedaría como se quedó él mismo petrificado en la cena de acogida que Margerite Duras le dispensó cuando llegó a París.
Incapaz de articular palabra, pues soy algo mitómano. (Ya me ha pasado otras veces)
4) Gracias por existir, sea un escritor o un personaje de un escritor.
Nota: al acabar esta breve pero intensa explicación, acuso noticia de que todo esto, más o menos, ya se había dicho, y de que quizá no sea totalmente cierto.
En fin...
No conozco a Rossi ni a Pitol, solo a Fitgerald y a Melville y su ballena blanca pero al menos intentará comprar un libro de Vila-Matas para comprobar algo de lo que cuentas.
ResponderEliminarCECI
T. SARTORIUS
ResponderEliminarTodo eso de la metaliteratura ya está muy inventado, antes de que Roland Barthes hablara de ella ya lo utiliza Cervantes en El Quijote. A mi Vila-Matas auqnue solo he leído un par de libros suyos me parece un escritor para críticos y un poco snob.